El periodismo y sus desvaríos

 
 
Los hechos "brutos" no existen. Bajo esa premisa, podemos entender que la sola elección de ciertas palabras para comentar un hecho implica, de por sí, una visión de mundo.
 
A partir de lo anterior, considero que es una falacia afirmar que un buen periodista debe ser "neutral". El periodista, como lo afirma Natacha Polony, debe buscar preservar su neutralidad, "teniendo la humildad de reconocer que no es el detentor de la verdad pura".
 
En el Perú, lamentablemente, el periodista no expone los hechos, no explica lo que pasa, sino, por el contrario, nos dice qué debemos pensar de esos hechos, a través de su visión de mundo, de sus ideas e intereses. En muchos casos, la información que recibimos, a través de los distintos medios de prensa, está orientada, bajo ciertos sesgos, para que "recrear" una realidad a la justa medida del periodista y del medio de prensa donde labora.
 
Algún periodista ha entrevistado de forma objetiva y sin sesgos a alguno de los manifestantes del Colectivo "Con Mis Hijos No Te Metas", ¿se ha respirado el mismo aire de esos manifestantes?, más allá de las premisas peyorativas e imágenes caricaturales con las que se buscan describir a esos manifestantes, se ha intentado comprender, sin "a prioris", sus miedos y el sustento de su descontento?. Estamos muy lejos de ese periodismo que describa la realidad de la forma más honesta, dando herramientas al lector, oyente o televidente para que éste descubra los hechos y llegue a sus propias conclusiones.
 
Que duda cabe que la principal limitación de la libertad de prensa son sus consumidores. En efecto, todo medio de prensa depende del número de lectores, oyentes o televidentes que tiene. Bajo esa "burbuja informativa" que encontramos también en las redes sociales, los medios de prensa dan a la gente lo que les gusta, aquello que confirme sus convicciones, sus ideas y su mundo. Se ha renunciado, bajo esa dinámica de mercado, a que el periodismo "abra" el mundo a la sociedad, permitiéndole, a través del análisis de los hechos, nuevas miradas y conclusiones.  
 
Hubo una época en el Washington Post, en la que uno de sus grandes reporteros afirmaba, que "la verdadera prensa es aquella que paga más por una explicación que por una información". En estos tiempos la tribuna periodística está plagada profesores de cierta moral que a través de la narración del hecho, en lugar de la objetividad que esperaríamos, nos trasmiten, de contrabando, su ideología. Esa visión de mundo, puede ser propia del periodista, como del medio de prensa donde labora que, por su lado, busca mantener su capacidad de influencia sobre la sociedad, y en especial, sobre la elite política. Esa connivencia o "tuteo" con el poder, ya sea político o económico, hace que el periodismo pierda la confianza de toda la población, afectando con ello a todo el sistema.  
 
Por otro lado, basta abrir la prensa de estos días para ser testigos de literales "linchamientos mediáticos", asumiendo ciertos periodistas el rol de jueces, acusan y sentencian, asumiendo como verdades absolutas los "cargos" imputables, sin siquiera tener los descargos de la persona ya condenada. Quizás buscan ahorrarse algo de trabajo, pero a costa de sacrificar la presunción de inocencia. En su "Critique du Jugement" Pascal Quignard cuenta que “luego del proceso de Lutecia, en el año 357, Delphidius, acusador público, se volvió hacia el emperador Juliano y exclamó: Gran César, ¿Cómo podrá alguna vez haber culpables si basta con negar la acusación?. El emperador Juliano respondió: Delphidius, ¿Podrá alguna vez haber un inocente si basta con acusar?".
 
Vivimos momentos de efervescencia donde la dinámica postmodernista no nos da respiro para detenernos y evaluar dónde estamos y para dónde vamos. Nos sometemos fácilmente a las exigencias de la inmediatez, del corto plazo. Asumo, quizás bajo una visión algo ingenua, que eso es lo que vendría ocurriendo con el periodismo. De ser así, y de existir algún rezago de "prensa independiente", ojalá que se tome consciencia del rol que ésta tiene en una sociedad democrática, volviendo a sus raíces. Así evitaremos el efecto de todo piloto de avión a reacción, que una vez que llega a cierta velocidad extrema, puede llegar a perder el conocimiento.




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