Le Pen contra Macron y el enfrentamiento de dos mundos


Luego del Brexit y del triunfo de Trump, conviene que nos detengamos para analizar brevemente el resultado inédito de la Primera Vuelta de las Elecciones Presidenciales en Francia, que llevó a una Segunda Vuelta, con pronóstico incierto, a Emmanuel Macron por el movimiento "En Marche" y a Marine Le Pen, candidata por el "Front National".


La anunciada irrupción del candidato Emmanuel Macron, quién se ubicó en el centro-izquierda (con un solapado y complaciente apoyo de ciertas personalidades del Partido Socialista, incluso en desmedro de su propio candidato "oficial") ha reconfigurado la estructura bipartidista (derecha/izquierda) que marcó la vida política francesa en los últimos 200 años. Lo inusual de este candidato, ex Ministro de Economía del Gobierno de Francois Hollande y ex ejecutivo de la Banque Rothschild, es el hecho de no pertenecer a la camarilla de hombres políticos "de carrera", de izquierda o de derecha, con experiencia previa en el ejercicio de algún cargo elegido por voto popular. Cabe señalar que este candidato "outsider" ha venido recibiendo un gran apoyo de muchos medios de prensa y gremios empresariales, respaldándolo como el candidato "del cambio".

Frente a Macron, Le Pen se presenta como la candidata de un Front National que ha venido creciendo en el número de votantes en cada elección (europeas, municipales, regionales), construyendo su actual candidatura desde la campaña presidencial del 2012, en la que no pasó a la Segunda Vuelta. Esta candidata que ha buscado alejarse, mal que bien, de los viejos fantasmas antisemitas y xenofobos de los origenes del Front National, se autodefine como la candidata del Pueblo franco- francés, como la defensora de una Nación Francesa que, a su entender, se viene diluyendo ante un liberalismo salvaje y el "grand remplacement" cultural que estaría siendo impuesto por el Islam en Francia.  

Como se ha indicado, con estos dos candidatos en Segunda Vuelta, se ha roto el "clivage" derecha-izquierda, reconfigurandose las fuerza políticas presentes en la Quinta República, instaurada en 1958 por Charles De Gaulle. Con ese resultado de la Primera Vuelta, el Partido Socialista francés con el 6% de votos obtenido ha muerto políticamente y el Partido de derecha, "Les Republicans", está moribundo agonizante con el 20%  de votos obtenido, cuando hacía unos meses era el gran favorito a ganar las elecciones.    

Lo relevante es apreciar que para muchos analistas en esta Segunda Vuelta se enfrentarán dos mundos, el de los ganadores y el de los perdedores de la globalización. El primer grupo, que apoya a Macron, estaría conformado por una "nueva burguesía" que habita las grandes ciudades, conectada al mundo, fervorosa defensora de un multiculturalismo "peace and love". Frente a ellos, como "perdedores de la globalización", se tiene a una clase media a favor de Le Pen, que vive por lo general en la periferia de las grandes ciudades, compuesta  por obreros amenazados por la delocalización de sus centros de trabajo, agricultores abandonados a su suerte por la rigidez de políticas comunitarias y un conjunto de habitantes que se aferran a lo único que les queda, su cultura y una tradición, erosionadas por la falta de integración de ciertas comunidades culturales de inmigrantes que, queriéndolo o no, imponen usos y costumbres que, muchos de ellos, van en sentido inverso a los principios republicanos.

Macron, Le Pen y, mutatis mutandis, Jean Luc Melenchon, candidato del partido de extrema izquierda, "France insoumise", que obtuvo un sorprendente 19.58% de votos, supieron identificar que el "clivage" actual ya no opone a la derecha contra la izquierda, sino, como diría Eric Zemmour, "a los de abajo con los de arriba", a los ganadores y a las victimas de un modelo económico mundial que, como lo señala Christophe Guilluy, "si bien crea de la riqueza, genera un mercado laboral muy polarizado, que integra cada vez menos y crea cada vez más desigualdades sociales y territoriales".

Frente a esa población en proceso de "desafiliación" del sistema de partidos de derecha e izquierda, que rechaza el modelo económico imperante se genera un repliegue identitario que busca como "chivo expiatorio" al inmigrante. En ese contexto, el discurso del Front National, produce resonancia y adhesión. Ante ellos, como lo hicieron los demócratas en los Estados Unidos y también los partidarios anti-Brexit, se viene alzando una postura antifascista de quienes rechazan toda intensión de voto a Le Pen. Ese planteamiento que proviene del "lado del Bien" y de una élite "bienpensante", nos impide avanzar en nuestra capacidad de entendimiento sobre las causas de esa intención de voto popular hacia candidatos con un discurso extremista, sean de derecha o de izquierda. 

Sin una respuesta política de los partidos republicanos a los cuestionamientos planteados a la globalización, el proteccionismo, la identidad, la migración, seguirán generando adhesión los discursos extremos, a pesar de los slogans "anti-fascistas" y las etiquetas "populistas" que utilice la élite globalizada ensimismada en la Belle Epoque post-moderna en la que viven.






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