Las certezas en tiempos de la "Post-Verdad"


La desconfianza respecto a buena parte de la información que proviene del establishment, ha dejado de ser un síntoma para convertirse en un malestar cotidiano que bajo la premisa "duda, luego piensa", afirma la existencia de una suerte de solapada manipulación, de una intención lobbysta o de  una "mano negra" (o "mano gris" para no alarmar a los sensibles anti-racistas). Así, las cifras y los indicadores de encuestas que en otros tiempos nos hubieran permitido sustentar ciertos análisis o aproximaciones, han dejado de ser "pedazos de realidad", para convertirse en una suerte de mascarada sin contenido.

Y cómo hemos llegado allí?.

Luego del Brexit y del triunfo de Donald Trump, la búsqueda de un "chivo expiatorio" ha dirigido su mirada, con un inevitable levantamiento de ceja, a las clases populares menos educadas. De acuerdo a los defensores de lo "políticamente correcto", estos ciudadanos mal informados, habrían sido azuzados y conducidos por ciertos charlatanes populistas para votar a favor de ideas proteccionistas, nacionalistas y reaccionarias, todas ellas abyectas en tiempos de una modernidad galopante que no admitiría  disidencias ni cuestionamientos.

Estos reproches hacia determinados sectores de la población que votan  en contra de los candidatos y posiciones de ciertas élites modernas globalizadas y, sobre todo, "bienpensantes", nos lleva a recordar un comentario irónico de Berthold Brecht, quien recomendó, en plena crisis obrera de 1953 en Berlín-Este, considerando que el "pueblo vota mal" de "disolver al pueblo y de elegir uno nuevo". En el caso que eso sea posible, ¿bastaría con elegir a un nuevo pueblo, para que la "verdad" del discurso "oficial", sustentada en hechos objetivos, sea creíble y pueda influir o modelar a la opinión pública?.  

En tiempos de la llamada Post-Verdad, es difícil responder a esa pregunta, teniendo en cuenta, que ese concepto es definido por el Oxford Dictionary, como "las circunstancias en las cuales los hechos objetivos tienen menos influencia para modelar la opinión pública que los llamados a la emoción y a las opiniones personales". Todos sabemos que la demagogia viene de muy lejos, pero lo que es nuevo no es que la verdad sea falsificada o cuestionada, sino que ella se ha convertido en secundaria e irrelevante. 


Que duda cabe que, como lo afirma William Davies en su columna de hace algunos meses en NYT:https://www.nytimes.com/2016/08/24/opinion/campaign-stops/the-age-of-post-truth-politics.html?_r=0 , estando en un etapa de transición de una "society of facts" a una "society of data", las redes sociales alimentan y refuerzan a la Post-Verdad, dado el relativismo y la horizontalidad de fuentes de información, cuya fragmentación  contribuye a crear un mundo atomizado, donde la mentira y el rumor, pueden echar raíces y asumirse como hechos ciertos.

Dicho lo anterior, no debemos pensar que esa desconfianza creciente sobre los hechos presentados por el establishment es un fenómeno reciente. La Post-Verdad es la consecuencia directa de un relativismo generalizado, que se nutre de los fundamentos del post-modernismo que afirma, siguiendo a Jean Francois Lyotard en los años 80, que "todas las reivindicaciones sobre la verdad son relativas a la persona que las formula. Más allá de nuestras propias particularidades, ninguna posición no permite establecer la verdad universal".  Así, el movimiento de desacreditación de "la verdad" buscó considerarla como una construcción ingenua y/o represiva de un mundo pasado a "deconstruir". Ya no estamos ante "una" ´´única verdad, sino ante distintas verdades (en plural), a menudo personalizadas y, sobre todo, relativizadas. Esa élite moderna y ahora globalizada, gran defensora del individuo libre y poseedor de sus "propias verdades", es la misma que ahora se "rasga las vestiduras" para reclamar la irresponsabilidad del "Otro" que también ha construido su propia "verdad", a partir de su personal versión de los hechos. 


En la antigüedad se decía que "el tiempo corto condena a la ceguedad". Ahora todo pretende ser visto y resuelto, sin pausa, "en línea", con datos brutos que no se han convertido en información, y que, por ende,  no pueden producir conocimiento y menos determinar una tendencia. Ante ese océano de datos y de información, nos queda asumir una posición con los valores y "la verdad" que defendamos, ésta será nuestra brújula. Como decía Séneca, "no hay viento favorable para el que no conoce su puerto".





Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando los muertos gobiernan a los vivos

La democracia de los crédulos: la verdad en retirada

Smart Power y la extraterritorialidad del derecho americano