Pico della Mirandola y el coraje de los límites


Para muchos el "hombre moderno" adquiere su "carta de ciudadanía" en el año 1482 en"L´Oratio de hominis dignitate" de Pico della Mirandola. En dicha obra se inserta un discurso sobre el Génesis, señalando que Dios después de crear el mundo celeste y el mundo inferior lleno de todo tipo de especies, tuvo el deseo que haya "alguien para admirar la razón de tal obra, para amar la belleza y maravillarse de su grandeza".

Según dicho autor, al momento de crear al "contemplador del universo", Dios constató que había agotado todos sus recursos y que no contaba con "arquetipos". A pesar que todo había sido distribuido entre los ordenes superiores, intermediarios e inferiores, el Creador decidió continuar con su obra tan necesaria. Es así como toma al hombre "obra maestra", con su imagen semejante, y colocándolo en medio del mundo, le dijo lo siguiente; "Yo no te doy ni un lugar determinado, ni rostro propio, ni don particular, Oh Adán, a fin que tu lugar, tu rostro y tus dones, tu los quieras, los conquistes y los poseas por ti mismo. La naturaleza encierra a otras especies con leyes establecidas por mí. Pero tú que no está limitado por ningún marco, por tu propio arbitrio, entre las manos del cual yo te he ubicado, tú te defines a ti mismo (...) Yo no te he hecho ni celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin que soberano de ti mismo, tu alcances tu propia forma libremente, a la manera de un pintor o de un escultor. Tú te podrás degenerar en formas inferiores, como aquellas de las bestias, o, regenerar, alcanzar las formas superiores que son divinas".

Para Alain Finkielkraut, la obra de Pico della Mirandola puede ser considerada como una verdadera Biblia de la época moderna, que deja de lado el texto sagrado y la heteronomía, entendida como decisión venida de arriba, reconociendo al hombre como un ser completamente autónomo. Adán se convierte en autor por decisión del Autor de la Creación. Lo que le ha sido revelado no está referido a una ley que lo fundamenta, sino a su condición de fuente misma de esa ley. En efecto, Pico della Mirandola pone en boca de Dios una sugerente declaración de independencia humana. 

Como herederos del pensamiento moderno que reivindica al extremo la autonomía del hombre todopoderoso, centramos nuestra atención en el individuo como titular de deseos que deben convertirse en derechos. Así, bajo el marco de los "derechos humanos", entendidos como "derechos del hombre" hay una permanente búsqueda de mayores y mejores derechos individuales, olvidando que estos derechos también deben corresponder al ciudadano, inserto en una sociedad donde debe primar el bien común y el interés general. Estos derechos en constante demanda, son acompañados, en paralelo, con el desarrollo de la técnica y ciencia, que no conoce de límites y no nos permite determinar a cabalidad los riesgos o consecuencias inesperadas del ejercicio de nuestra potencia.

Ante un discurso, supuestamente "progresista", que afirma una vocación de "romper los tabúes", pretender afirmar ciertos límites a la irrefrenable distribución de derechos o al avance irresponsable de la técnica, implica asumir el rol de reaccionario anti-moderno. Por el contrario, el coraje, a contracorriente, de trazar los límites, debe ser también visto como una expresión de libertad, en línea con George Orwell, quien con mucha pertinencia afirmaba que "hablar de libertad no tiene sentido, a condición que sea la libertad de decir a la gente lo que no tienen ganas de escuchar".

Finalmente, dado que como lo afirmó Paul Valéry, el hombre "puede más de lo que no sabe", considero que nuestra mirada debe sobrepasar el egocentrismo moderno que pone al hombre individual como centro de universo, erosionando y fragmentando a la sociedad y nuestra vida en común. De nosotros depende mantener vivos los valores laicos o religiosos que, como parte de la herencia y tradición recibidas, nos permitan limitar o "encadenar" al Prometeo que tenemos agazapado y con ansias de seguir tomando el fuego de los Dioses.  

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