La duda y el Buen Salvaje


Cuenta Jean Cristophe Rufin en un discurso pronunciado ante la Academie Francaise, http://www.academie-francaise.fr/le-doute-faiblesse-ou-force-de-la-culture-francaise, que en el año 1555, Francia envió una flota para conquistar el Brasil. Los franceses tenían la firma intención de aportar la civilización a los caníbales que poblaban la bahía de Río. Sin embargo, finalmente, sobre la pequeña isla donde acoderaron sus navíos, al pie del Pan de Azúcar, los potenciales colonos van a destriparse, en nombre de oscuras disputas teológicas. En resumen, son ellos, los civilizadores, los que van a actuar como salvajes. La expedición terminará y será un antecedente de las guerras de religión.
Uno de los protagonistas de esa expedición, al regresar a Francia, se convertirá en el secretario de Montaigne. Este le comentará su aventura y esa narración hará nacer en Montaigne, la duda. Y si nosotros fuéramos más bárbaros que los canibales?, se interroga en el segundo libro de sus Ensayos, creando, de esa forma, la figura del "buen salvaje".  Que duda cabe, siguiendo a Rufin, que este concepto permitirá desarrollar las ideas de tolerancia, respeto a las culturas, que a pesar del tiempo transcurrido, siguen generando tanta polémica, dependiendo si estamos en el campo de los civilizadores o de los salvajes. 

Esa tolerancia se nutre de la duda, del reconocimiento de la finitud y precariedad de nuestro saber y entender. El "Otro" también existe, y aunque pueda parecer una evidencia, muchas veces olvidamos, como señala Kundera, que nosotros avanzamos en medio de la bruma, nosotros buscamos, tanteamos ahora y siempre, y nada es más evidente que el olvido de esa bruma que nos envuelve. Nada es más nefasto que la ilusión de la claridad. Nada es más enceguecedor que la certitud del absoluto.



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