Gonzalo Portocarrero y la urgencia de decir nosotros



Leído el reciente ensayo de Gonzalo Portocarrero, me quedo con un conjunto de ideas que me llevan a pensar que, mal que bien, venimos avanzando, a través de una aún precaria democratización de la sociedad peruana, en la construcción de un proyecto de nación. La vitalidad de un mundo emergente que, con la pujanza de un "cholo power", ha venido creando un espacio común, donde nos podamos reconocer, bajo una misma comunidad, como herederos, querámoslo o no, "de inga y de mandinga".

El Perú de hoy nos muestra ciertos momentos y espacios, donde la "choledad" no es necesariamente una mochila. Como se diría en una muestra fotográfica que visité hace algunos años, "la choledad no es una cruz, es una forma de vida, que se tumba, día a día el status quo. Y sonríe, y gana, y se impone porque, al fin el Perú ya es de los cholos". Quisiera pensar que estamos enrumbandonos a ese encuentro, donde las vías paralelas, que nos han separado tanto, por fin lleguen a cruzarse en un punto común de encuentro.

Esa comunidad, como lo afirma Portocarrero, "es también, entre otras cosas, un espacio de creación de valores y cultura, de desarrollo humano que pasa por la afirmación de lo colectivo". Esa evidencia es producto de un largo proceso en el que distintos intelectuales, como Pancho Fierro, Ricardo Palma, Gonzalez Prada, Riva Agüero, Mariátegui y Arguedas, referidos en este ensayo, han dibujado con menor o mayor intensidad, con más o menos convencimiento, los trazos de una idea de nación.

Conviene tener presente que el término "nación" proviene del latin "nascor" que quiere decir "nacer" y con ese legado los revolucionarios de 1789, bajo el grito de "Vive la nation" destruyeron al Antiguo Régimen, considerando que la nación era, como lo afirmó Sieyes, "un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y representados por la misma legislatura", hombres beneficiados a los mismos derechos y sometidos a los mismos deberes. Esa fue la concepción de la nación revolucionaria, que bajo una premisa igualitaria entre todos sus "asociados", estos eran definidos por su humanidad, más que por el origen de nacimiento.  Si  bien puede entenderse, dentro de una lógica reivindicativa del "hombre todopoderoso", que el individuo era capaz de constituir una nación por su sola voluntad, este voluntarismo queda corto para explicar, contrariamente a lo que defendían "les Lumieres", cómo esa comunidad puede influir en los individuos que la conforman. El hombre es obra de la nación, producto de su contexto nacional.

Como lo afirmaba Joseph de Maistre, "yo no he visto en mi vida más que franceses, italianos, rusos (...) pero en cuanto al hombre, yo declaro que nunca lo he encontrado en mi vida". En este mundo globalizado, donde tanto se habla del "ciudadano global", bajo un discurso que proclama la "indiferenciación", valdría la pena ver qué nos distingue como peruanos, qué nos hace una nación.

Bajo esa interrogante, vale recordar la idea de nación que Renan definía en "Qu´est-ce qu´une nation". Dicho autor definía a la nación como "una gran solidaridad constituida por un sentimiento de sacrificios realizados y de los que estamos dispuestos a realizar. Ella supone un pasado: ella se resume por tanto en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar una vida común. La existencia de una nación es un plebiscito de todos los días". En esa misma línea Fustel de Coulanges, afirmaba que "lo que distingue a las naciones no es ni la raza ni la lengua. Los hombres sienten en su corazón que son un mismo pueblo, a partir del momento que son una comunidad de ideas, de intereses, de sentimientos, de recuerdos y de esperanzas. Esto es lo que hace una patria (...) la patria, es lo que se ama".

La nación se nutre de una historia común y de la afirmación de ese "nosotros" que nos debe servir de "punta de lanza" para construir un presente y futuro. Sin ese reconocimiento de nuestras diferencias, bajo un discurso y visión común difícilmente podremos enfrentar los desafíos globales que vienen cuestionando la propia existencia de los Estados-Nación.   





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