Los derechos del Hombre, ¿nuestra nueva religión civil?



El hecho que el mundo no crea ni en paraísos ni en infiernos, no ha extinguido la necesidad que tenemos de buscar y de creer en un absoluto. Ante la pérdida de fe en una vida ultraterrena, el hombre ha estado en permanente búsqueda de una nueva religión.


Esa nueva religión civil es lo que Regis Debray califica como la "doctrina" de los derechos del hombre. En efecto, siendo tributaria de la revolucionaria Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que dio sustento a la reivindicación de derechos del hombre/ciudadano ante el poder absoluto del monarca, esta nueva religión civil busca, como lo pretendió hacer el comunismo, defender grandes principios e innegables sentimientos, en búsqueda de un paraíso perdido. En este nuevo absoluto, la nueva religión busca levantar un altar profano al Hombre, convertido en nueva divinidad.


Siendo claras las raíces cristianas en los orígenes de los Derechos del Hombre, la nueva religión civil, representa lo que Chesterton calificó, con gran acierto, como un conjunto de "ideas cristianas que se han vuelto locas". Es así como este nuevo absoluto, bajo la bandera de los Derechos del Hombre, conlleva un culto al hombre como individualidad, donde el "yo" y el "mi" son erigidos como premisas individualistas de todo derecho, que rompe todo pacto social. El interés común y el sustrato ciudadano de todo derecho es dejado en un segundo plano, ahora todo "deseo" del hombre o de una minoría, debe aspirar a convertirse en derecho.

Esta visión nihilista del Hombre-Dios, erosiona el tejido social, lejos del "nosotros", se abre una mirada en la que cada individuo "todopoderoso" aspira a tener un "menú" de derechos a disposición. Bajo ese contexto, la Ley debe correr tras los deseos de esas minorías, desintegrando a la sociedad. Como resultado tenemos que el Gobierno se convierte en un gestor que asigna derechos entre comunidades, en un mediador de los grupos de presión, que como ocurre con el movimiento pro-matrimonio para todos, buscan satisfacer intereses o deseos particulares.

Considero que es fundamental abolir esa religión de los Derechos del Hombre, reemplazándola por un ponderado reconocimiento de los derechos del ciudadano, dentro de un tejido social, donde la coexistencia con el "Otro" nos permita, como lo afirma Levinas, realizar el "milagro de salir de nosotros mismos".







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